jueves, 21 de julio de 2011

TRANSPORTE PUBLICO




                                       
                                         ¿Que puedo decir yo?, aparte de bendecir la maravillosa red de transportes públicos, de la que disponemos en la Comunidad de Madrid, que nos lleva de aquí para allá, como si fuéramos ganado, y nunca mejor dicho, vamos apretados como cerdos, rozándonos a gusto (sobre todo en las horas punta), y de doscientos en doscientos en cada vagón o coche, ya sea de metro, RENFE o autobús. Vamos hacinados como las vacas y encima, más de uno y de una, podía darle por ducharse de vez en cuando, sobre todo para que los demás no nos comamos su tufo insufrible, que por supuesto empeora terriblemente en verano.

Solo me voy a centrar en los cuatro medios más utilizados por el currela medio español, que con esta jodida crisis no tiene para gastar sus euros en  gasoil, y prefiere ir al trabajo en nuestro “maravilloso” transporte público.



EL AUTOBUS

          Absolutamente todos los seres humanos que vivimos en el mundo desarrollado y en el menos desarrollado, hemos acabado metidos en uno de estos “gigantes de acero”, para ir a algún sitio. Yo quiero hacer hincapié en el típico bus, por ejemplo, de Madrid.

Montones de líneas recorren nuestra ciudad de un lugar a otro, por todos sus rincones y entresijos, menos cuando tienes que ir a algún lugar de manera urgente y te das cuenta que la parada de bus más cercana a donde tú quieres ir esta a tres kilómetros de tu destino, bueno, ya se sabe “cositas de la vida”.

Los conductores suelen ser unos tíos bastante tranquilones y campechanos, también son unos piratas del asfalto, tienen bastante peligro, como saben que llevan un buen bicharraco, pues no tienen mucho problema en cambiar de carril sin poner el intermitente, arrancar a saco y cruzarse como les sale de los cojones, en definitiva, hacer en la vía publica lo que les conviene en cada momento, y a ver quien tiene narices de cruzarse en su camino. Estos tíos están asegurados por la empresa, a menos que vayan ciegos de cocaína o whisky, si tienen un accidente no les va a pasar nada, no van a perder su trabajo, pero tú te vas a quedar sin coche cuanto menos (Dios te proteja el cráneo).

Es un medio de transporte bastante seguro, no muy limpio (gorrinete la verdad), unos días funciona mejor, otros peor (los atascos mañaneros son para todos los tipos de vehículos de cuatro ruedas). Sus múltiples combinaciones nos permiten llegar a casi todos los lugares, pero como va por la carretera, pues puede ser algo más lento que el metro o la RENFE.



LA RENFE O CERCANIAS

                La verdad es que este medio de transporte es uno de los mejores, cómodo, rápido y bien comunicado con las zonas más alejadas de la Comunidad. No voy a decir que no se pone hasta el culo en las horas punta del día, y que al igual que en el resto, vas “apretao” de cojones, que si un gordako aplastándote la espalda, una abuela metiéndote el codo en un costado y un  adolescente alelado metiéndote la puñetera mochila en la boca (no podrá quitársela del hombro y dejarla en el suelo…).

Si algo debo destacar de la red de cercanías, no es solo que llega a muchas partes, y pone en contacto a gran cantidad de pueblos con la capital, no, lo que hay que resaltar es que en invierno se va calentito, pero no a lo bestia como en el metro, se va bien, siempre y cuando no haya exceso de gente en el vagón, y en verano se va fresquito como un rey, no como en el metro, donde hay líneas que van con el aire acondicionado puesto y otras no (como te odio línea 6).

En más de una ocasión, a muchos de nosotros nos ha dado un subidón al meternos “guarrochinaos” de calor al tren, y notar ese maravilloso frescor que el aire acondicionado aporta a nuestras vidas, te pones hasta de buen rollo.

Del conductor no tengo nada que decir, porque están metidos como sardinas en su lata, y no se les suele ver nunca, solo el medio segundo en el que la cabecera del tren pasa por delante de ti al entrar en la estación.

EL METRO

          Lo primero que hay que mencionar del metro de Madrid, por ejemplo, es que huele muy mal, no sé si será porque se concentran ahí abajo todos los olores corporales de los usuarios con el agua inmunda del alcantarillado, los cadáveres de las ratas y el olor de la maquinaria (grasa, aceite, gases, etc); pero todo esto bien mezclado con los setecientos grados centígrados que suele haber en los andenes, dan lugar a una atmosfera que apesta asquerosamente. No se puede comparar con el olor a mierda, a mofeta, a muerto, etc. No, es un pestazo único, huele a “metro”.

De ahí que el eslogan ese de “metro de Madrid: vuela”, debería ser “metro de Madrid: huela (y después vaya a vomitar)”.

No dudo de la profesionalidad del servicio de limpieza del metro (aunque si he visto alguno, que el agua del cubo la debe cambiar cada catorce semanas), sino de la imposibilidad de ventilar esos pedazo de túneles, todo el olor a “broza” se va acumulando y mutando, en fin, lo dicho antes el olor clásico del metro.

Es una maravilla en cuanto a todas las líneas que lo componen, con las cuales puedes llegar a casi cualquier sitio, complementándose muy bien en los puntos de mayor afluencia con la RENFE. Hay una gran cantidad de trenes de metro cómodos y con su refrigeración como Dios manda, pero aun así, somos tantos en esta dichosa ciudad que si tienes que usarlo para ir a trabajar en las horas punta, se convierte en un autentico infierno, lo mismo que en la RENFE pero con mayor saturación de gente. Yo creo que todos hemos vivido esa situación en el metro a las siete y media de la mañana de coger un tren, que no va muy lleno, y darle las gracias al altísimo por ello, pero a medida que va parando en las estaciones van entrando mas y mas personas, desplazándote de tu sitio de puta madre hacia cualquier parte, aplastándose unos a otros, empujándose por entrar con toda la mala hostia del mundo. Acabas rodeado de alientos mañaneros que tumbarían a un Mamut, pedetes de uno y otro desfilando a tu alrededor, presión en distintas partes de tu cuerpo, producida por el “roce” de los demás, y con una mala leche que para que.

Lo peor es cuando estas atrapado entre veinte personas, y te das cuenta que solo te quedan dos paradas para bajarte, sabes que de tu posición a la puerta de salida solo hay dos o tres metros, pero con toda la gente que tienes que superar hasta llegar allí, parece prácticamente imposible, así que empiezas a preguntar “¿va a salir?” a los que te rodean, para intercambiar tu posición con ellos, y poco a poco ir arrimándote a las jodidas puertas. Al final con todo el calor, los olores atroces que has soportado y la presión sufrida por tus costillas  y espalda, estas de una mala uva, que sales llevándote por delante a todo bicho viviente, muy capaz serias de pisarle la cabeza a un anciano con tal de salir de allí y respirar libertad.

Más de un pobre diablo, se ha tenido que pasar de estación, porque esta situación les ha superado y han sido incapaces de salir cuando debían.

También mola de las horas punta cuando empiezan a llegar trenes de metro hasta el ojete a las estaciones (por ejemplo Méndez Álvaro a las ocho menos algo) y solo pueden subirse dos o tres aguilillas por vagón. Al final el andén se pone hasta el culo, y formamos enormes líneas a lo largo de los mismos, esperando nuestra oportunidad de subir al jodio tren. Joder!!, viendo tanta gente alineada y con cara de mala hostia, solo falta que el otro andén se llene de orcos, y se líen a hostias en plan “El señor de los Anillos”.

Respecto a los conductores, decir que tienen que ser muy fuertes mentalmente, porque pegarte un porrón de horas metido por túneles sin ver nada más que lo que ilumina tu tren y las estaciones, con los años debe de chinar un huevo, y si a esto le sumamos el pestazo propio de la red de metro, la mayoría deben quedarse sin olfato a los pocos años de currar.




LOS TAXIS

         Bueno los taxistas son una raza peculiar de profesionales al volante, los hay de todo tipo, y aunque muchos están pinzados de la cabeza, la gran mayoría lo que están es hasta los cojones de tener que vivir con el agua al cuello con todo lo que les hacen pagar en licencias, gasolina,  permisos, mantenimiento del coche, etc.

 El noventa por ciento tienen algo en común, y no es otra cosa que….. le hacen mil y una putadas al conductor medio, y se atreven hasta con los autobuses.

Son la polla al volante, se cruzan, se meten por los resquicios más extraños, te meten presión pitándote y muchas más cosas. Son grandes conductores, pero no se dan cuanta que los demás no tenemos su experiencia al volante.

En cuanto al servicio que ofrecen, suele ser bastante digno, llevan los coches limpios y sin oler a gorrino, a manos que antes de subir tú, hayan llevado un tío cerdo en el taxi.

Su luz verde resalta en la noche, rescatándote de la fría calle (sobre todo esas noches de fin de semana que vas borracho como un cafre), para dejarte plácidamente en casa. No es fácil cogerlo, pero cuando al final lo consigues y te sientas en el interior y te pregunta el taxista “¿Dónde le llevo?”, eres feliz porque sabes que tus sufrimientos (provocados por tus excesos con el alcohol y el tabaco) han terminado, de allí a casa en un ratillo.

Tienen fama de intentar llevarte siempre por el camino más largo para sacarte los cuartos, pero depende del conductor, porque algunas (pocas) veces  no tiene ni  idea de llevarte y le vas guiando tu (y esperemos que no estés demasiado borrachuzo para hacerlo), el GPS no les ha venido a algunos nada mal.

Un taxi siempre es útil cuando los demás medios no están a tu alcance, o donde tú quieres llegar no está al alcance de esos medios (pedazo frase), asi que aunque a veces te la lien cuando vas al volante, son los salvadores que justo aparecen cuando mas los necesitas..