Hace
mucho tiempo, un par de años, más o menos, escribí una entrada que tuvo una
gran acogida entre las féminas, la titule “Tareas no programadas”, en ella
ponía de manifiesto la inutilidad del hombre a la hora de desempeñar
determinadas labores, que las mujeres suelen solventar sin grandes problemas,
por norma general, porque también hay cada cabestra que alucinas, incapaz de
hacer la “o” con un canuto.
En
definitiva una serie de tareas que nuestros cerebros masculinos no computan, no
podemos desarrollarlas con eficiencia. Es imprescindible la ayuda de una mujer
para poder llevarlas a cabo, necesitamos de vuestros consejos, comprensión y
constante supervisión. Aprendemos a base de “ensayo y error”, somos como monos
y necesitamos cagarla muchísimas veces para aprender.
Hoy analizare los arreglos domésticos, un gran clásico.
-ÑAPAS
CASERAS-
A los tíos
se nos presupone la habilidad de ser unos “manitas”, capaces de reparar muchas
cosas de la casa, sobre todo cosas básicas y que no tienen una gran dificultad,
pero la realidad, dura como ella sola, es que no somos capaces de hacer
prácticamente ninguna chapuza (por norma general, también hay tíos muy capaces,
pero muy poquitos).
Esta “fama” se la debemos, los hombres modernos, a nuestros
padres y abuelos, que si eran capaces por si mismos de lidiar con muchos
problemas caseros, con suficiencia y categoría. Tenían alguna que otra ventaja,
los electrodomésticos duraban casi toda la vida (no solían estropearse nunca),
solo había un tipo de bombillas (no como ahora que tenemos cuatrocientos tipos
diferentes) y sobre todo, que sus padres (nuestros yayos) cuando niños les
enseñaron a hacer muchas ñapas en la casa. Los niños de antes no tenían
móviles, portátiles o ps3, y los padres tenían menos canales de televisión y
por lo tanto un volumen mucho menor de retransmisiones deportivas. Por ello tenían
mas tiempo para aburrirse y cuando algo se estropeaba en casa, pues de puta
madre, uno a arreglarlo y el nene a mirar para aprender de su “papi”.
En la actualidad, y principalmente por la ps3 y Canal Plus
deportes, este vinculo paterno-filial ha desaparecido, padre e hijo no suelen
hacer actividades juntos por lo general y menos aun arreglar cosas que se hayan
estropeado en casa, “papi” prefiere llamar a un técnico para que lo repare, en
los casos que (y ojo al parche) mama no pueda solucionarlo.
Pongamos un ejemplo para dejar bien clara esta incapacidad
del hombre a la hora de llevar a cabo arreglos domésticos:
Se jode una persiana.
Destornillador en mano te pones al tema con rigor científico,
analizando cada detalle y cada paso a seguir para poder solucionar tan terrible
problema, más de uno aprovecha para ponerse aquel peto vaquero que se compro
por influencia diabólica de Jesús Vázquez en los noventa, e incluso alguno más
flipado se pone su cinturón para herramientas que compro con el treinta por
ciento de descuento en el Leroy Merlin. Los tíos somos así, es como cuando
jugamos al futbol, nos compramos espinilleras, botas, medias, camiseta, pantalón,
calentadores y algún complemento chulo como una pulserita de goma de Nike o
unas muñequeras, vamos que nos equipamos a tope, y ya ves tú, para agitar la
barriga unos cuatro minutos y medio en el campo, que es lo que aguantas
corriendo (o intentándolo) antes de echar el bofe. El hábito no hace al monje,
por mucho que te disfraces ni eres CR7, ni adquieres conocimientos sobre carpintería
o fontanería.
Al lio, levantas el cajetín de madera de la persiana, tras
haber sacado los tornillos cuidadosamente y haberlos colocado en la mesita muy
ordenaditos en una filita, y hay esta la jodia enrollada (de una forma
antinatural, casi demoniaca), le pegas un tirón (estas empezando a ser poco
sutil) y no consigues mejorar la situación, sino que la empeoras, aun así le
pegas una par de meneos más y nada de nada (adiós sutilezas), por ello empiezas
a enfurecerte de manera progresiva, un poquito más en cada ostión que le pegas
al cacharro de mierda este. Pierdes los nervios y empiezas a cagarte en todo
(insultando a la persiana y a sus ancestros) y pegándole unos meneos al tambor
que no solo vas a caerte de la escalera, también te vas a llevar media pared
contigo al suelo.
Has estudiado la situación, has sido riguroso (sobre todo
colocando los tornillitos en una perfecta fila de a uno sobre la mesa) y
finalmente te has dado cuenta de que no tienes ni puta idea de cómo cojones
desenredar la puta persiana hija de la gran puta y como no, tu reacción ante
este hecho incontestable es la violencia y con ello la destrucción.
Tras tres horas gritando barbaridades entra tu mujer en la habitación,
te intenta calmar como buenamente puede, aunque la estés agrediendo verbalmente
con lindezas como “¿te crees que soy un inútil cojones? ¿No sabrás tu quien
coño a tocado esto?, etc. En este intento suyo de relajarte, no solo no lo conseguirá
sino que será declarada oficialmente “culpable” del caso “persiana” (como no,
cuando no nos salen las cosas lo suyo es colocarle el marrón a otro, esto es
algo muy habitual en todos los seres humanos, sean hombres o mujeres). Tras
esta sentencia que te exonera de toda culpa, te pegaras veinte minutos
rebuznando gilipolleces para afianzar tu posición y que tu mujer vea claro que
ella tiene la culpa y que tu solo eres una víctima de su falta de cuidado con
las cosas, tras ello, y lleno de ira homicida, te marchas dando un portazo
(eres un machote), convencido de que no hay nada que hacer y que tu mujer fracasara
en el intento de reparar la dichosa persiana.
Pero de eso nada, en diez minutos tu mujer sale de la habitación
y la persiana esta arreglada, el desastre que organizaste recogido y la ropa
que tenía en las manos cuando entro a ver como estabas, guardada en sus
respectivos cajones. ¿Qué consigue con ello?
Que te encabrones aun mas, ya que ha quedado demostrado que
eres un “gañan”.
Cuando te ve
enfurruñado como una mona en el sofá, se acercara para consolarte y hacerte
sentir mejor, para que no te sientas un inútil (aunque lo seas) y si la pobre
te quiere encima te mimara y todo acabara en besos y risas, con una disculpa
tuya por cabrearte tanto con ella y encima sintiéndote menos patán, gran error
de las féminas, pero mejor eso que tenerte encabronado en el salón viendo el futbol
sin parar.
Conclusiones: El hombre en el 96,4 % de los casos carece de “paciencia”
(fundamental para controlar los nervios), de capacidad de observación (fundamental para detectar el problema y sus
posibles soluciones) y de las habilidades psicomotrices necesarias para
realizar la reparación, nuestras manos más grandes y toscas nos hacen mucho
menos habilidosos, más bien torpes y nuestra mayor fuerza suele llevarnos a
forzar las cosas y a romperlas sin más, así que en lugar de mejorar el tema, lo
solemos empeorar bastante.
Por ello, cambiar bombillas (de las normales, nada de cosas
raras) y hacer algún agujero con el taladro (pero pequeñito que las paredes de
ahora se caen con facilidad) suelen ser nuestra única habilidad. Para el resto
de cosas probar vosotras mismas y si necesitáis a un hombre para que os ayude
descolgar el teléfono y llamar a uno que tenga la formación necesaria para solucionar el percance.