Ríos de tinta han sido escritos por el hombre a lo largo de la historia sobre este apasionante y delicado tema, desde todas las perspectivas posibles, ya sea haciendo hincapié en la parte más pasional, en la más romántica, física o simplemente en la más gamberra (mi favorita sin duda, además de mi especialidad); así que comencemos a analizar este hermoso e importantísimo tema, basándonos en una parejita típica de adolescentes en la que evidentemente ambos son vírgenes, y para ello daremos respuesta a unas sencillas cuestiones:
¿Para quién es más
importante perder la virginidad?
Para una mujer no
tiene el mismo valor, ni el mismo sentido que para un chico (y escribo chico y
no hombre porque nosotros tardamos en madurar unos quince años más que una
mujer, por norma general), una señorita tiene mucho más mundo interior
(sensibilidad) y sentimental, debido, claro está, a su mayor y más temprana
madurez física e intelectual.
También
debemos mencionar la excesiva influencia del cine estadounidense en lo
referente a este tema en los cerebros de los chavales españoles, las pelis de
“adolescentes americanos” deseosos de sexo, y la idolatría absurda de la
“virginidad femenina” es un factor común en todos estos films, llenando los cerebros
femeninos de gilipolleces lamentables que las hacen pensar que entregar su
“flor” es algo único, mágico, romántico y solo digno de su príncipe azul (algo
“supermegaultrapiruleto-especial”).
Aun así, la
mujer es más consciente de su propia sexualidad y tiene un concepto más romántico
de lo que supone la práctica del amor.
Como siempre digo, una mujer necesita sentir algo por la persona con la que se acuesta, algo especial (que le haga al menos un poco de tilín), por lo que al tratarse de la primera vez, lo que más busca es conseguir estar con un chico que le dé el “amor” y la “confianza” necesaria para llegar hasta el final. Con ello sus necesidades sentimentales quedan plenamente cubiertas, ya que el convencimiento de que hay sentimientos amorosos es claro y nítido para ella (vamos que la pobre se cree que el otro salido es el hombre de su vida).
Como siempre digo, una mujer necesita sentir algo por la persona con la que se acuesta, algo especial (que le haga al menos un poco de tilín), por lo que al tratarse de la primera vez, lo que más busca es conseguir estar con un chico que le dé el “amor” y la “confianza” necesaria para llegar hasta el final. Con ello sus necesidades sentimentales quedan plenamente cubiertas, ya que el convencimiento de que hay sentimientos amorosos es claro y nítido para ella (vamos que la pobre se cree que el otro salido es el hombre de su vida).
Conclusión: la mujer debe sentirse
amada y arropada por su pareja para dar el paso definitivo en este tema.
Pasemos a la
visión de los “chicos”:
El macho ibérico en su juventud,
es un ser lleno de instintos sexuales, está más salido que el pico de una mesa,
se masturba como un mono y sus pensamientos los ocupan pechos y culos de todo
tipo, tamaños y formas; aparte del fútbol, solo piensan en eso, de manera
constante y continua, todos quieren perder la virginidad con ansiedad, ya que
el deseo sexual que generan sus alteradas hormonas les turba el juicio.
La falta de
madurez intelectual en el hombre, asociada a la ansiedad anteriormente
mencionada, dan lugar a un cóctel peligroso, que tiene como consecuencia que en
un grandísimo número de casos, se retarde la pérdida de la virginidad durante
años para más de uno, que se le nota demasiado que es un pervertido. Los más
serenos e inteligentes son los que consiguen salir con una chica, prometerle
“amor eterno” y de esta forma estrenarse con dignidad y
sin tener que gastarse ni un euro.
Conclusión: los chicos solo quieren
comerse unos pechotes y mojar, conseguir desvirgarse lo antes
posible para chulear a sus amiguetes vírgenes.
Este podría
ser el primer trauma en la vida de una mujer, lo que ayuda a explicar por qué
son tan desconfiadas al llegar a una edad más adulta.
¿Quién compra los
anticonceptivos (condones)?
Es un punto importante, ya que
una de las situaciones más lamentables por las que pasa un hombre en su vida es
precisamente el momento de ir a una farmacia a comprarlos. Solo, delante de
todo el mundo y, para más miseria, el dependiente es mujer (en el 97,98% de los
casos). Si la tía se tira el rollo será algo vergonzoso pero rápido, si quiere
reírse del chaval tiene muchas maneras de hacerlo, basta con preguntarte
cositas en plan, ¿qué marca prefieres?, ¿te apetece de sabores?, ¿qué tamaño
necesitas?, ¿retardantes?, ¿te pongo lubricante para tu chica? En fin, que te puede
poner más colorado que un inglés en Benidorm.
Opciones
para evitar este ridículo patético: si tienes hermanos mayores experimentados
(que hayan comprado condones con anterioridad, quiero decir), conseguir que te
los compre uno de ellos sobornándole con lo que haga falta, cediéndole más de tu
porno, videojuegos, dinero… lo que sea con tal de conseguir el objetivo.
Si no tienes
hermanos mayores, pues te jodes, pero aún así puedes evitar el ridículo con
clase y sin pasar tan terribles apuros, ya que la venta de preservativos no se
reduce solo a las farmacias, los grandes centros comerciales (Carrefour por
ejemplo) también tienen parafarmacias donde se comercializan estos
anticonceptivos, lo cual si tienes hermanos también te favorece pudiendo
pillarlos allí sin tener que pagar un duro a tu brother por “ayudarte”.
Solo tienes
que coger la marca que te recomendaron tus amigos (aconsejados por sus hermanos
mayores), y salir disparado a la caja para que te lo cobren y escapar a toda
prisa de tan incómoda situación. Un consejo: puedes disimular comprándote unos
phoskitos o algo así, pero cuando eres crío no puedes evitar sentirte humillado
ante la sonrisita burlona de la cajera de turno.
En casos de
timidez extrema puedes pedir a tu madre, jamás a tu padre, que te compre los
condones ¿Por qué a tu padre no debes decírselo? Muy sencillo: si se lo pides a
él, le pasará inmediatamente el marrón a tu madre, así que para qué perder el
tiempo con tu viejo. Pobres madres, lo que se ven obligadas a hacer por
nosotros, en fin…
En este tema, que
quede claro que en el 97,97% de los casos será el macho el que debe conseguir
los preservativos. Es lógico, ¿una niña de quince años comprando condones? No
es plato de buen gusto para ninguna de ellas, y las miradas acusadoras de los
que las rodean pueden ser realmente traumáticas para ellas. El mínimo
porcentaje restante lo ocupan las chicas a las que sus madres les proporcionan
los anticonceptivos (mamis modernas medio hippies) y las que los consiguen por
medio de sus mejores amigas (las que ya lo han probado claro).
¿Dónde y cómo lo
hacemos?
El lugar está
claro que va a ser la casa del uno o del otro, la falta de medios económicos
impide que se pueda hacer en una habitación de hotel (a menos que ahorren la
paga durante meses, cosa que por la ansiedad masculina no va a poder ser), o en
un coche (sin carné de conducir es complicado que papi te preste el coche). Por
eso, esperaremos a que uno de los dos se quede solo en casa para poder ir a
“hacer el amor”.
La
preparación se pasará por alto, es decir, una vez en la habitación de
“Manolito”, los dos están y han estado tan nerviosos durante los días previos
(comprando los condones por ejemplo) que no se les ha ocurrido poner velitas aromáticas,
música romántica, pétalos de rosa y mariconadas así, él está tan ansioso por
probar la fruta prohibida y ella tan acojonada de lo que le pueda pasar, que la
situación, reconozcámoslo, suele ser bastante lamentable.
Un chico es
más bruto e inconsciente, le importa una mierda el desnudarse delante de su
“novia” por primera vez, ya han hecho cochinadas antes, y ella sabe lo que hay
(tamaño del pene de Manolito). Solo una idea ocupa su mente: “perder la
virginidad”.
Una mujer es
más vergonzosa, culpa de la sociedad que la rodea, con todo el rollo de la
belleza femenina, de ser la más guapa, la más delgada (de ahí la bulimia y la
anorexia) y todas esas putas gilipolleces, con las que más de un hijo de puta
se hace de oro, vendiendo sus mierda-productos para idiotas. Esta inseguridad,
para ser superada, necesita de ese grado de intimidad tan grande que solo
consigue una mujer cuando está con la persona a la que considera que ama.
Respecto al cómo
lo hacemos, generalmente se probarán muy pocas posturas, misionero y punto
probablemente.
Amor, miedo, ansiedad y la timidez propia de una mujer que está a punto de entregarse hace que sea inevitable un enorme nudo en la garganta. Esto se traduce en que la penetración se complicará durante un buen rato, y encima la situación irá acompañada de frases como: “por aquí, poco a poco”, “me haces daño, más despacio”, “no seas bruto”, “ponte ya el condón melón”, “eso es mi culo”, etc. Lo cual hace que la situación sea aún más especial (jejejeje).
Amor, miedo, ansiedad y la timidez propia de una mujer que está a punto de entregarse hace que sea inevitable un enorme nudo en la garganta. Esto se traduce en que la penetración se complicará durante un buen rato, y encima la situación irá acompañada de frases como: “por aquí, poco a poco”, “me haces daño, más despacio”, “no seas bruto”, “ponte ya el condón melón”, “eso es mi culo”, etc. Lo cual hace que la situación sea aún más especial (jejejeje).
Será de
coña, y encima la pobre sufriendo porque le duele, y a menos que se le haya
roto el himen en clase de gimnasia, la cosa va a ser peliaguda, y resuelta de
manera más que brusca por parte del chico, meneo al canto y a tomar por culo, así
somos de burros los tíos.
Así que
cuando más o menos haya un deslizamiento decente, un par de minutos de
empujones, donde la mujer hace de tripas corazón y aguanta los meneos y
explosión final de Manolito entre jadeos de felicidad y amor.
¿Cómo ha ido la
cosa?
Para ella no muy
bien, debido en gran parte por lo que sabía que iba a pasar, ya sea por sus
amigas, sus familiares (mujeres) o google. Tenía varias cosas muy claras, la
peor, la que más le preocupaba, que le iba a doler y después que no se iba a
enterar de una mierda, en el 99,99% de los casos la primera relación sexual de
una mujer no puede considerarse ni “mínimamente satisfactoria”. Dejamos el
0,01% para las que mienten respecto a su virginidad (golfillas).
Evidentemente
lo citado ocurre, así que le duele y encima no siente gran cosa, por lo cual
menuda mierda, pero se generará en ella una curiosidad innata por continuar
experimentando sexualmente con el fin de obtener la satisfacción que sabe que
puede llegar a disfrutar con el tiempo y la experiencia.
Respecto al
chico, no nos engañemos, aunque eyacule (cosa que va a ser complicada, pero no
imposible, debido a que probablemente por los nervios de ella, meter el pene en
la vagina va a ser una tarea más que complicada, problemas producidos por la
falta de lubricación y tal, los nervios), disfrutando relativamente más que la
mujer, tampoco considerará esta experiencia como algo extraordinario en el
terreno de lo sexual, pero será un recuerdo entrañable y magnífico para toda su
vida. El día que se convirtió en un “hombre”, pasando a ser un Dios para sus
amiguetes vírgenes.
Finalmente
abrazos, besitos, complicidad, una toalla para limpiar la que habéis montado y
a planear el próximo intento, que seguramente irá mejor.